La piel seca es la consecuencia de una escasa actividad de las glándulas sebáceas, lo que provoca una falta de hidratación que favorece la aparición temprana de arrugas y líneas de expresión. Es una piel muy fina, con los poros cerrados, poca elasticidad y apariencia de tirantez que tiende a la descamación, el enrojecimiento y las irritaciones
Las características de la piel dependen de diversos factores, y en el caso de la piel seca, además de un componente constitucional inherente a la persona, influyen la edad (al envejecer se reduce la secreción sebácea), la alteración de los niveles hormonales y los agentes ambientales y externos que pueden modificar el estado cutáneo.
Tanto el exceso de calor como el frío intenso afectan a este tipo de piel reduciendo el factor natural de hidratación. Asimismo, una exposición solar excesiva también incrementa la sequedad disminuyendo la protección de la barrera cutánea y el uso continuado de jabones y detergentes favorece, igualmente, la pérdida de lípidos, lo que empeora los signos de sequedad.
El cutis graso se caracteriza por un exceso de sebo que se traduce en un aspecto brillante, con los poros de la piel dilatados y la presencia de lesiones inflamatorias, espinillas y puntos negros.
Tiene un importante componente genético y suele darse con más frecuencia durante la adolescencia, por el aumento de la actividad glandular general (y, con ello, también de las glándulas sebáceas), pero existen también hábitos que favorecen el exceso de sebo en el cutis.
Es bastante sensible, tiene una textura gruesa y tiende a la descamación en las zonas no seborreicas, la presencia de rojeces y las irritaciones.
Como principal ventaja, se suele decir que el cutis graso envejece más tarde, aunque la producción excesiva de sebo no siempre significa que la piel esté hidratada, por ello no hay que prescindir de la hidratación.